Como Lágrimas del Cielo

Como Lágrimas Del Cielo

capitulo 3: DJNARR

Aquella era una noche extraña, apenas se habían escuchado algunas sirenas de policía y eso en aquel barrio era sin duda un hecho singular. La lluvia golpeaba incesantemente los cristales de la habitación creando su propia melodía y por un momento, una sonrisa se dibujó también en el rostro del Doctor al pensar lo educadas que eran las lágrimas del cielo por llamar antes de entrar… El haber estado despierto tanto tiempo sin duda le estaba empezando a afectar, le faltaba el aire y se sentía enormemente agotado. Como si le estuviera leyendo el pensamiento de repente aquel individuo se dejó caer ágilmente de sus brazos y con paso firme, aunque algo cansado todavía, abrió la ventana dejando que las partículas de agua entraran en aquella habitación, renovando así el aire sin vida que se advertía hasta ese mismo instante.
-Gracias (dijo asombrado el doctor)
Pero él no respondió. En silencio se acercó de nuevo hasta el doctor para entregarle algo que había guardado todo el tiempo entre sus manos, un antiguo diario bordado de forma exquisita y con aspecto de ser realmente valioso, en aquel instante una nueva frase se filtró en el pensamiento del doctor…
-Léelo, te lo ruego.
Hacía varios minutos que había terminado de leer el diario que aquel misterioso personaje le había entregado, sin embargo, había algo que le impedía levantar la mirada. Tenía la certeza de que la pregunta que estaba a punto de escaparse de sus labios sería respondida afirmativamente y eso, ni su Alma, ni su “pobre intelecto mortal”, lo habrían soportado. De pronto, el hombre que hasta entonces había permanecido alejado y oculto entre las sombras de la habitación se le acercó con una rapidez más propia de cualquier animal salvaje que de un ser humano, le tomó sus manos y un frío intenso, tan estremecedor como el de la propia muerte, recorrió su cuerpo en apenas unas décimas de segundo, fue entonces cuando ya no lo pudo evitar más. El doctor levantó la mirada e inevitablemente se cruzó con la de ser que le aferraba sus manos, tenía una mirada clara, demasiado quizás, tan profunda que se podía ver a través de ella todo su dolor. Aquella mirada no podía ser la del hombre de apenas veinte años que tenía enfrente, porque la sabiduría que desprendía era infinitamente mayor que la de alguien que hubiera tenido esa edad. Entonces, anticipándose una vez más a sus propias palabras, aquel joven pronunció por vez primera una frase que le atravesó el corazón y que permanecerá por siempre en su recuerdo:
-Soy Djnarr, ¡Príncipe de los Nephilim del Aire!

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